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La decisión del Cabildo de la Catedral de Santiago de Compostela de aceptar la inclusión de dos rutas con salida en Lluc y Cura en el Camino de Santiago es una buena noticia para la Isla. La medida mantiene a Mallorca como un importante enclave espiritual para el cristianismo occidental. De otro lado, tal reconocimiento también cuenta con un vertiente más terrenal, pero no por ello menos seria. La inclusión de Mallorca entre las distintas rutas jacobeas, que desde el siglo XII han contribuido a cohesionar Europa más que cualquier administración comunitaria, también resitúa a la Isla en el mapa turístico.

Popularidad mundial.

Las motivaciones para emprender la peregrinación a Compostela son de lo más variadas, pero de lo que existe opinión unánime es de que el Camino de Santiago es ya un producto turístico de primer orden, cuya popularidad rebasa con creces las fronteras europeas. De esta manera, el nombre de Mallorca entra a formar parte de una red de rutas que, sin pandemias de por medio, son transitadas cada año por cientos de miles de personas provenientes de los cinco continentes. Es una oportunidad extraordinaria para diversificar las oferta turística y abundar en la prolongación de la llegada de viajeros durante los meses que van más allá del verano.

Implicación fundamental.

El reconocimiento de las distancias recorridas en las rutas mallorquinas como parte del Camino de Santiago y que éstas puedan completarse con las andadas en cualquiera de los caminos que desde el corazón de Europa confluyen en Compostela no hubiera sido posible sin la implicación del sacerdote Jaume Alemany. Desde su creación, a principio de la década del 2000, Alemany ha estado al frente de la asociación Camí de Santiago-Mallorca, dando a conocer la ruta entre la ciudadanía insular, al tiempo que también ha hecho de ella una herramienta de vertebración social.