Lo más habitual es que a un mago profesional le entre el ‘gusanillo’ desde bien pequeño y se adentre en este mundo haciendo trucos a sus familiares. Pero éste no fue el caso de Joan Cassanyes, (Palma, 1996) a quien no es que la magia no le gustara de pequeño, es que la aborrecía. «Sentía una aversión hacia los magos. De pequeño tenía un club de magia, pero entendido como fantasía, no de trucos. Un amigo me dijo que le gustaría que hiciéramos números de ilusionistas y me negué porque para mí eran unos tramposos».
Con el paso del tiempo, Joan no ha cambiado mucho de opinión acerca de esta profesión. «Sigue sin gustarme, pero cuando veo un espectáculo de este tipo cambio el chip y voy a pasar un buen rato y no pienso que lo mío es mejor».
Ocio en Mallorca
Un mago nada clásico
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