Los días de frío nada apetece más que tomarse un plato de cuchara bien caliente. Consomés, cremas o potajes, la variedad de sopas es infinita al ser un plato habitual en prácticamente todos los países del mundo. Su origen se remonta al descubrimiento del fuego, cuando los primeros pobladores descubrieron que el agua en contacto con el calor ablandaba las hierbas que recolectaban, al tiempo que daba sabor. Antiguamente la sopa se tomaba incluso para desayunar. Sencilla de elaborar, se dejaban cocer los ingredientes en la lumbre mientras se realizaban otros quehaceres de la casa o el campo. A la hora de sentarse a la mesa se le añadía pan para llenar el estómago hambriento. El mejor ejemplo lo tenemos en el sencillo pancuit de Mallorca, equivalente isleño de la sopa de ajo castellana o el aigo boulido provenzal.
Sopas contra el frío
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