Complejidad. La presencia de cabras en Tramuntana y en zonas humanizadas es vista como un problema desde hace décadas. Algunos colectivos consideran excesiva su población y su presión sobre la flora. En la imagen, cabrasen la península de Formentor. Foto: XISCA SERRA | [Xesca Serra ¶]

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Jordi Bartolomé, del Departament de Ciència de l'Animal i dels Aliments de la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB) y experto en la interacción entre plantas y herbívoros, ha explicado a este periódico que «la obsesión por eliminar las cabras de las zonas forestales es un error. Hay que evitar que grandes superficies forestales se queden sin animales». La presencia de cabras en Tramuntana ha sido abordada desde hace años como una problemática para la que se proponen diferentes soluciones, entre ellas la eliminación de ejemplares que no sean de raza mallorquina, por su incidencia en la flora, especialmente la endémica y protegida

Bartolomé señala que «siendo la presencia de cabras un problema complejo, no hay que olvidar que las cabras conviven con la vegetación de Tramuntana desde hace miles de años y que, anteriormente, estuvo el Myotragus balearicus. Una gran parte de la vegetación de Tramuntana soporta bien esta presión y se ha adaptado, hasta el punto de que hay especies que más rebrotan cuanto más se las comen».

Amenazas

Según el doctor en Biológicas y profesor de la UAB, «no conozco ningún caso de planta desaparecida por efecto de las cabras, aunque puede haber alguna zona problemática por la presencia de algún endemismo. Sin embargo, a veces se ha querido proteger una planta amenazada de las cabras cerrando una zona y entonces ha surgido la amenaza de otras plantas competidoras».

Jordi Bartolomé también indica que «los encinares sin gestión dan lugar a un sotobosque más pobre, los pinares crecen con un sotobosque impenetrable y el carritxar supone una alimentación pobre. Por ello no es extraño que las cabras acudan a los márgenes desbrozados de las carreteras, donde hay más rebrotes. No es que haya más cabras, es que se acercan más a las zonas humanizadas y se ven más».

Para el profesor, «la población caprina contribuye a mantener la diversidad vegetal de la Isla. Al alimentarse de las especies vegetales más dominantes, favorecen el mantenimiento de las menos dominantes. Ello se nota especialmente en las zonas incendiadas. Las cabras también contribuyen a la consolidacíón de los cortafuegos. Me cuesta creer que haya muchas más cabras que hace 100 años, sólo que ahora hay más ejemplares asilvestrados».

La paradoja: los cazadores quieren preservarlas y los ecologistas, liquidarlas

Bartolomé apunta que «en las islas griegas la densidad de cabras es de una por hectárea, cuando en Tramuntana puede oscilar entre 0,3 y 0,5. En los cotos de caza puede ser inferior, de 0,2, lo que me parece poco, aunque establecer un censo preciso es complicado. Resulta paradójico que, ante esta cuestión, los cazadores quieran preservar las cabras y los ecologistas, eliminarlas. No estoy totalmente en contra de que se apliquen algunos controles, pero deben estar justificados. No se puede generalizar y dar por buena una eliminación sistemática. La cabra no es una especie invasora y come plantas porque es lo que tiene que hacer. La sabana africana no sería lo que es sin los herbívoros».