Willermina Brom y Christian Laureus viven en la casa okupada. | Click

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Unas 30 personas, la mayoría originarias del norte de África, okupan un complejo residencial de la calle Joan Mestre, en Pere Garau. Vecinos de la zona denunciaron este lunes en Ultima Hora que estas personas les han amenazado porque denunciaron a la policía las continuas peleas, ruidos y suciedad en la vivienda. Según los vecinos, uno de los okupas incluso robó un reloj a una señora de avanzada edad cuando salía de su casa.

El edificio está en peligro de derrumbe por aluminosis y ha sido precintado por el Ajuntament de Palma para evitar daños. La construcción cuenta con tres fincas destartaladas. Estas carecen de luz, pero tienen un grifo que expende agua corriente.

Mustafá es un profesor de inglés de veintitantos años que llegó a Mallorca hace poco menos de dos. De origen bereber, vivía en Casablanca. Él nos guía por el edificio. «La mayoría de okupas de aquí son pacíficos pero no tienen papeles. Si tienes papeles puedes trabajar. Los okupas vienen por la noche. Algunos duermen aquí, otros están solo de paso. Traen comida del centro Tardor. Yo no vivo aquí pero vengo a ayudar a dos personas mayores. Hace dos meses vivía aquí porque no tenía ningún lugar al que ir ni a ducharme», cuenta.

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Mustafá cuida de Willermina Brom, de 62 años, y de Christian Laureus, de 57, una pareja de holandeses que vive en una habitación diminuta y repleta de objetos varios en la planta baja de la finca. Él fue capitán de barco durante 30 años y ella, que no puede caminar y va en silla de ruedas, trabajó un lustro en el puerto de Palma y en una inmobiliaria. Representan a un sector de la clase media que nunca imaginó carecer de un sitio donde dormir.

«Cuando llegamos aquí estábamos desesperados, veníamos de dormir en la calle y no queremos volver a ella. Los primeros cuatro días los okupas nos robaron las tarjetas de crédito y las de la farmacia, pero con el tiempo nos hemos hecho amigos de ellos y ahora incluso nos traen comida y mantas. Son buenas personas. Nosotros somos viejos y estamos enfermos. Mañana vendrá la Cruz Roja a vernos», explica la pareja.

Techo y comida

Un hombre de unos 50 años, de tez morena, desdentado y origen magrebí, afirma que «llevo 32 años en Mallorca y nunca he tocado a nadie. Nosotros venimos a trabajar. Con la crisis del coronavirus no he tenido dinero para tener un lugar para dormir. La comida la consigo gracias a Dios, pero el techo me lo tengo que buscar».

La terraza del primer piso del edificio está llena de basura.