Francina Armengol con su antecesora en la presidencia del Congreso, Mertixell Batet. | Chema Moya

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Es cuestión de días –en realidad, sólo de horas en estos tiempos de inmediatez informativa– que los artículos escritos al otro lado del mar, en concreto desde la España central y peninsular, se llenen de referencias a la sonrisa de la nueva presidenta del Congreso. Este jueves hubo varios ejemplos, incluso desde antes de las 11.09 minutos, que fue cuando Cristina Narbona (que dirigió la primera parte de la sesión desde la ‘mesa de edad') anunció los 178 votos que convertían a Francina Armengol en presidenta del Congreso. La sonrisa de Armengol, a la que seguirán llamando ‘presidenta' como si hubiera sido profético aquel cartel que se colgó en la sede del PSIB en la campaña para las elecciones autonómicas de mayo, ha cerrado la sesión constitutiva, cuando daban las 14.23. En su intervención, nada improvisada (salvo la referencia al incendio de Tenerife) hizo tres anuncios de calado: uno, que su condición de mujer no será una anécdota de su paso por la presidencia del Congreso y que su primer compromiso será «acabar con la violencia machista». El segundo (y cuesta imaginar que eso no fuera posible hasta ahora), que «se permitirá utilizar todos los idiomas». Y el tercero, que el Congreso resultará útil y atractivo para la ciudadanía (fue en ese punto cuando recordó a Félix Pons) como «ejemplo de la España real». Armengol no ha dicho todavía en Madrid que «soy una apasionada de la política», frase que incorporó a su argumentario cuando llegó a la presidencia del Consell (2007) y le ha ido acompañando en sus años al frente del Govern y del PSIB. Lo dirá.

Está claro que la presidenta del Congreso hará política como la hace el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. Ni para la primera ni para el segundo vale aquello que dijo Alfonso Guerra a modo de injuria: «Es un marmolillo de calle peatonal».

Las imágenes de la sesión muestran de qué lado estaban las sonrisas. Aunque también hubo lágrimas, principalmente de emoción. No se vieron de irritación, seguramente la procesión iba por dentro. Pero sí gestos de desconcierto y abatimiento: del lado del PP y Vox, claro.