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El mes pasado vimos cómo las bolsas europeas se habían comportado significativamente mejor que las de Estados Unidos. Esto puede haber desmontado una de las ideas preconcebidas del inversor que piensa que las norteamericanas marcan el rumbo. En los últimos años ya se veía una descorrelación, pero al revés: las bolsas americanas han superado con creces sus máximos tras Lehman Brothers (punto de referencia del crash de la crisis financiera), mientras que las nuestras están todavía muy alejadas, a excepción de la alemana.

La cuestión es intentar prever qué pasará en el futuro, y una idea es analizar los puntos de soporte, es decir, los niveles donde se deberían frenar las potenciales caídas, y los de resistencia, o barreras que impiden las subidas. Es importante recordar que en ambos casos una rotura sería una señal de continuación de ese movimiento: si se rompen soportes es una señal de venta, si se perforan resistencias es una de compra.

El selectivo español, el IBEX 35, lleva todo el año intentando superar la resistencia de 9.200/9.250 sin éxito. De hecho ha sido de las pocas bolsas a las que la elección de Donald Trump le sentó mal, muy probablemente por la ausencia de compañías que se vean muy beneficiadas del ciclo económico. Otra pega es que, en caso de conseguir romperla, la siguiente está demasiado cercana, entorno a los 9.800. Por el contrario, el primer soporte “protector” está en 8.200, mientras que el segundo lo encontramos en los mínimos de febrero (petróleo) y junio (brexit): 7.700.

El DAX alemán, si consigue consolidar por encima de los 10.800, podría intentar alcanzar sus máximos históricos (12.430), aunque podría haber algún escollo en 11.300 y 11.750. El EuroStoxx (con las 50 compañías más relevantes) se mueve en un estrecho rango entre 2.900 y 3.100; cualquier salida de este canal marcaría sus objetivos a medio plazo: en caso de romper por arriba los 3.500 y por abajo, los 2.700.