El cantante y compositor Mikel Erentxun. | Redacción Cultura

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Un ilustre veterano encabezará los conciertos de Sant Sebastià. Llega inmerso en la gira de presentación de El vuelo de Mikel Erentxun, 35 años después. La Plaça de Cort acoge este jueves, a partir de las 21.00, a este artista vasco licenciado en Arquitectura y experto en cardiopatías severas. Y es que sus canciones son monumentos al amor, el desamor y la nostalgia por lo irrecuperable, pero siempre con un acabado intimista y positivo.

Canas en el pelo, arrugas en el rostro y grietas en el corazón. Mikel Erentxun se nos ha hecho mayor, pero sus canciones perduran incrustadas en la memoria de varias generaciones. Junto a Diego Vasallo y Juan Ramón Viles fundó Duncan Dhu, un proyecto en stand-by que agitó el pop español con temas que hoy son clásicos incontestables. Temas que resisten los achaques del tiempo, frescos e inocentes, como entonces, en los que el conjunto donostiarra ponía en valor su facilidad para acompañar melodías pegadizas con una lírica desbordada por el romanticismo novelesco de Walter Scott y Robert Louis Stevenson –creador del personaje Duncan Dhu, cabecilla de un clan escocés de quien tomaron prestado el nombre–.

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Inédito

Ya en solitario, Erentxun suma más de una docena de trabajos entre recopilatorios, colaboraciones, ediciones especiales y material inédito, un bagaje iniciado en 1992 de la mano del exitoso Naufragios. Un álbum maduro, donde el artista no perdía un ápice de la frescura que caracterizó su periplo en Duncan Dhu. Este elepé contaba con una interesante adaptación del clásico de los Smiths There is a light that never goes out (Esta luz nunca se apagará).

En 2017, el donostiarra contó con la colaboración de la mallorquina Maika Makovski para la configuración del álbum El hombre sin sombra. Ambos compartían protagonismo en el primer sencillo, Cicatrices, tema que resume los gustos musicales –más folk y menos pop– que mueven hoy al artista. Este tema se adhería a un disco que es un tratado terapéutico sobre las relaciones de larga duración, decantado con una dureza que se va endulzando progresivamente, rematando un itinerario repleto de claroscuros, dolor y esperanza. Y es que, citando a Erentxun: «aunque el desamor sea duro, es mejor sentir eso que no sentir nada».