El cineasta catalán José Luis Guerín.

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Depurado, reflexivo y con una fuerte vocación poética en conexión con toda la historia del cine. Así define la crítica el trabajo del cineasta José Luis Guerín (Barcelona, 1960), autor de filmes como Tren de sombras (1997) o En construcción (2001), que se alzó con reconocimientos como el Premio Fipresci de la Crítica Internacional, el Premio Especial del Jurado en San Sebastián, el Premio Nacional de Cinematografía y el Premio Goya a la Mejor Película Documental. Ayer, el realizador catalán inauguró el festival Majordocs de Palma de manera virtual con una clase magistral.

Este lunes inauguró el festival MajorDocs que, a pesar del contexto actual, continúa adelante.
— Es admirable la perseverancia en estos tiempos de adversidad para que el mundo no se detenga. Lo contemplo con admiración, hoy dar un paso es luchar contra viento y marea.

Su intervención es online, ¿nos hemos acostumbrado ya a esta ‘nueva normalidad'?
— Pues sí, el ser humano sabe sacar fuerzas de flaqueza. En mi caso, mi mirada a estos medios digitales era con bastante recelo y he empezado a experimentar, a impartir talleres a través de las nuevas aplicaciones de Internet. Tiene inconvenientes, pero también me evita un montón de aeropuertos, que es un espacio que detesto particularmente.

Como cineasta, ¿cómo le está afectando la pandemia?
— Es una paradoja; por un lado, vivo el estrés del mundo y mucho con mucho miedo el panorama social que se avecina, y sin embargo, en el plano personal agradezco muchas cosas, la legitimación del tiempo no rentable, como poder dedicar un tiempo de mayor calidad a la lectura e incluso a cuidar de mi jardín.

¿Será el documental un género clave para contar lo que está pasando?
— Es posible, pero creo que el cine de ficción también nos va a interpretar lo que nos está pasando. Ahora, la realidad se hace más espectacular. Hoy en día, los cines se abastecen de blockbusters, se ha dejado de lado esa función de acercar al cine a las salas y festivales con películas que hablan de la realidad cotidiana.

¿Qué opina del actual panorama del cine español?
— La verdad es que no lo conozco, vivo en Francia, en un pueblecito. El cine español que se genera es muy malo, igual de malo que el italiano, el francés o el alemán. Me interesan ciertas singularidades y esas existen en España.

Su último trabajo es un cortometraje, De la isla (2019).
— Ese corto nació como un encargo de la Fundación César Manrique de Lanzarote, es una propuesta muy humilde, para proyectarse en espacios museísticos o filmotecas. No se planteó como una película para ver en un cine convencional. Ante cada encargo siempre me pregunto qué terreno puedo explorar. Intento buscar una singularidad específica.

¿En qué momento decide mudarse a un pequeño pueblo francés?
— Siempre he tenido vínculo con Francia, allí todo es más sencillo, se vive muy bien. Lógicamente, en un ambiente mediterráneo, rodeado de olivos, viñedos y cipreses. Aquí también sabes que se cuida mucho más el cine, la cultura, es un territorio afín. Cada día celebro más la decisión de haberme trasladado aquí, puedo seguir con mi trabajo.

¿Tiene algún proyecto en marcha?
— Sí, estoy entrando en un proyecto de ficción. Se trata de un filme que adapta una serie de cuentos de Las Metamorfosis de Ovidio de una manera muy personal. Ese sería un punto de partida y en eso estoy trabajando en este momento.

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Un momento del acto de apertura de la segunda edición del festival Majordocs.