Dani Roidrguez, centrocampista del Mallorca, avanza con la pelota ante Daley Sinkgraven, futbolista de Las Palmas, en el encuentro de la primera vuelta. | RCDM

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La penúltima función de la temporada en Son Moix estará cargada de morbo y tensión. El Real Mallorca-Las Palmas, programado para este sábado a la hora de la comida (14.00 horas), puede acabar en una feliz sobremesa o en indigestión. La escuadra de Javier Aguirre todavía tiene que terminar los deberes y se enfrenta a dos escenarios radicalmente opuestos. O salvación o nervios. Ganando, amarraría una permanencia que podría ser incluso matemática al día siguiente si el Cádiz pierde contra el Getafe. Pero perdiendo podría meterse de cabeza en el barro. El empate amortiguaría posibles daños y seguramente alargaría el suspense, además de ser una opción más que probable teniendo en cuenta que se cruzan los dos peores equipos del momento. Los que menos han sumado en las últimas jornadas. Los baleares no ganan desde el 16 de marzo y los canarios, que encadenan siete derrotas, llevan diez partidos seguidos sin hacerlo.

El Mallorca no llega a divisar el final de la carretera. Con el objetivo apalabrado desde hace semanas, no alcanza a dar el último paso para ponerse a salvo del todo. Solo ha sumado dos puntos de los últimos quince gracias a sus empates fuera de casa contra Valencia y Cádiz y su última victoria, frente al Granada, la celebró antes de apurar el sueño de la Copa. Los dos partidos que ha protagonizado en Son Moix desde su paso por La Cartuja, contra Real Madrid y Atlético, acabaron de la misma forma: con una caída y el marcador a cero. Dos derrotas asumibles que, en cualquier caso, han desgastado un poco más la moral del grupo y han subrayado los problemas que tiene para definir dentro del área contraria. Si a eso se le une que fuera de casa el rendimiento es muy pobre y que las salidas al Nuevo Mirandilla y el Pizjuán tampoco fueron precisamente redondas, el paisaje se difumina un poco más.

Necesita un último empujón el Mallorca y aplicarse una dosis de vitaminas con la séptima victoria del curso. Sacudirse la presión, rebajada por el mal estado de sus perseguidores, y ahuyentar de una vez a unos fantasmas que nunca han terminado de irse. Sobre el papel, se enfrenta al mejor oponente posible para hacerlo. Las Palmas pasó de rubricar una primera vuelta formidable (la acabó en décima posición, con 25 puntos después de siete triunfos y cuatro empates) a dejarse arrastrar por la corriente. El pasado fin de semana sufrió en Anoeta su séptima derrota consecutiva, no puntúa desde que empató contra el Getafe el 2 de marzo y no gana desde que tumbó al Valencia el 20 de febrero.