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Tengo el enorme orgullo de haber estado presente en las tres finales de la Copa del Rey que ha disputado el Real Mallorca, aunque cada una la viví de forma diferente y, en la segunda, me tocó estar en el otro lado y ganarla como jugador del Barcelona, pero sentí una sensación agridulce y a la vez un gran orgullo de ver a la mitad del estadio totalmente de rojo.

Este artículo será como un viaje en el tiempo. La primera fue especial para mí y para todos, precisamente porque fue una novedad. En el aspecto personal también tenía un sabor especial, diferente, porque ya había firmado con el Barcelona hacía unas semanas y era mi último partido con el RCD Mallorca antes de irme. Quería tener la mejor despedida posible.

Disputar la final ante el Atlético en el Bernabéu resultó un desequilibrio importante. Primero porque ellos eran claramente favoritos y segundo porque teníamos varias desventajas, tanto a nivel deportivo, porque era una experiencia novedosa para todos, como ambiental. A pesar de todos los condicionantes en contra, dimos la cara hasta el final.

En la final del 98 tuve una alegría amarga. Una sensación agridulce, aunque ver el campo con la mitad de seguidores del Real Mallorca me alegró mucho. Animados por el desaparecido Bartolomé Beltrán, aquella final supuso el comienzo de una etapa nueva para el RCD Mallorca. El equipo que confeccionó y que dirigía Héctor Cúper demostró su buen nivel tanto en la Liga como en aquella final de Copa. Lógicamente que estuve contento por ganar un título que para nosotros, para el Barcelona, supuso una gran alegría, pero a la vez me sentía triste por ver a tanta gente conocida con ese sabor de la derrota y además cómo se había producido.

Llegamos a la final de 2003, que ganamos de forma muy merecida sobre todo por el camino que hicimos. Dejamos fuera al Real Madrid y al SúperDepor y en la final cumplimos con ese papel de favorito ante el Recreativo de Huelva. Teníamos claro que esa vez no se nos podía escapar. Después de perder una en la prórroga y otra en los penaltis, era la gran oportunidad del Mallorca para conquistar el título. En este tipo de encuentros cada uno tiene que asumir su rol. Nosotros lo hicimos y realizamos un partido perfecto.

Y llegamos a esta cuarta final, que viviré desde otra perspectiva y alejado del terreno de juego. Sinceramente creo que el Real Mallorca está preparado para dar la talla y puede jugar a la perfección ese papel de ‘no favorito’ si se puede decir así. Como sucedió contra el Girona y la Real Sociedad. Este equipo ha jugado con ilusión y sin la presión que seguramente tendrá el Athletic en la final.

Una de las claves del partido será ver cómo entra el RCD Mallorca. Las finales imponen, prácticamente todos los futbolistas debutan en este tipo de encuentros y será determinante que el equipo se meta en la final lo antes posible. Me gustaría ver a un Real Mallorca competitivo y creo que está preparado para ganar.