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Primera prueba superada. El Mallorca se ha quitado un peso de encima a costa del Xerez, aunque sigue sin diluir las dudas que envuelven al polémico proyecto de los Martí Mingarro. El ejercito que capitanea Manzano, al que se le puede reprochar cualquier cosa menos su entrega, cumplió y acabó saliendo de la ratonera, pero lo hizo sin alardes y casi en silencio, descubriendo aún más las carencias que habitan en la plantilla. De hecho, fue incapaz de marcar el territorio hasta que el Xerez cayó desplomado por la absurda expulsión de Leandro (minuto 39). Después, la puntería de Aduriz y Tuni, algún que otro detallito de Castro y la propia inercia del choque hicieron el resto. Es el inicio soñado, pero tampoco conviene engañarse (2-0).

A modo de bienvenida, el Mallorca se estampó contra un Xerez descarado y amable con la pelota. Los de Ziganda, lejos de acusar la presión del bautismo en la máxima categoría, cogieron prestado el disfraz del equipo local y le dieron profundidad al enfrentamiento. El Cuco acorazó el centro del campo y Momo y Calvo ensancharon el tapete para colarse por los pasillos que habían despejado Ramis y Ayoze. Todo eran buenas intenciones en el conjunto azulino, que sólo echó en falta algo de dinamita para reventar el marco de Aouate. Con Maldonado todavía despistado, a los gaditanos les costaba abrir hueco, aunque todas sus llegadas hacían que la grada contuviera la respiración. El Mallorca, en cambio, seguía bloqueado. El equipo era incapaz de divisar un faro que le indicara el camino y sólo el empeño de Aduriz ayudaba a mantener la esperanza. Eso sí, de forma tenue.

Sin embargo, el partido sufrió un vuelco inesperado que hizo saltar por los aires el argumento de la película y que arruinó el enérgico estreno de los jerezanos. Estrada Fernández mandó al vestuario al central argentino Leandro en una acción rigurosa y le arrancó de cuajo las alas al grupo andaluz que, pese a todo, se mantuvo en pie sin problemas hasta el descanso (minuto 39).

En el segundo tiempo el paisaje se transformó, aunque el Mallorca tuvo que cocinar la victoria a fuego lento. Para protegerse, Ziganda incrustó a Moreno como central y su equipo no sólo siguió respirando, sino que se atrevió a adentrarse en terreno enemigo levantando polvo. No obstante, los baleares dieron con una ruta alternativa y recuperaron el pulso. Castro empezó a deslizarse hacia el centro y activó las conexiones en ataque, inexistentes hasta ese momento. Eso le inyectó combustible al equipo, que volvió a dejarse ver por el área azulina. A los cinco minutos de la reanudación Aduriz remató alto desde una esquina y a continuación una buena jugada del Chori estuvo a punto de abrir la lata. El Mallorca ya había llegado a la antesala del gol.

El golpe de efecto lo fabricó Tuni. El canterano, que en la primera mitad ya había ofrecido alguna muestra de su voluntad, introdujo un balón ardiendo en el área y Aduriz se adelantó a Renan para alojar el cuero entre las redes gracias a un fino cabezazo (min. 56).

El punta donostiarra había conseguido lo más difícil y aunque al Mallorca le alcanzaba con no despistarse, lo hizo en varias ocasiones. Y la más grave de todas, sólo dos minutos después de avanzarse. Afortunadamente, Aouate repelió un defectuoso disparo de Maldonado y evitó que el trabajo del grupo se fuera a la basura. La fragilidad en defensa seguía siendo alarmante, pero mientras los xerecistas lloraban por la ocasión malgastada, el partido le hizo otro guiño a los locales. Como en el primer tanto, Aduriz y Tuni se dieron la mano y el mallorquín cerró la ventana con un disparo que se envenenó tras impactar en el muslo de un defensa rival.

La distancia para los visitantes ya era prácticamente irrecuperable, aunque eso no acabó con su ilusión ni con los desajustes mallorquinistas. Manzano tiene otras dos semanas para arreglarlo, aunque ya sabe a qué atenerse.