Jordi Soler muestra orgulloso una de las piezas que ha creado, junto a la exposición de molinos que tiene en su casa de sa Pobla. | Juanjo Roig

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En casi cada rincón de la casa de Jordi Soler (sa Pobla, 1948) se puede encontrar una de las reproducciones en miniatura de molinos tradicionales que lleva confeccionando desde hace seis años. Lo que empezó como una afición para pasar el tiempo se fue convirtiendo, casi sin querer, en una forma de reivindicar la riqueza etnológica de los molinos, especialmente los poblers, y de rememorar un pasado que el tiempo y el abandono está borrando del mapa agrícola.

Jordi explica que proviene «del mundo de la agricultura y he manejado molinos durante mucho tiempo». Durante su vida profesional ejerció de escayolista, pero sin olvidar la vida en el campo y los molinos. Hace unos seis años se le ocurrió la idea de confeccionar un molino en miniatura y usando materiales como escayola y madera comenzó a producir las piezas hasta llegar a la actualidad, cuando no sabe con certeza cuántas ha elaborado, «aunque pasan del centenar seguro». Además, utiliza un método en el que «siempre tengo cuatro o cinco miniaturas en marcha. También suelo hacer ocho o diez reproducciones de un mismo molino, para luego regalarlos a amistades, familiares o aficionados al mundo de los molinos». Por eso, «en cada pieza que hago revivo con ilusión el pasado molinero de sa Pobla y siento que se va algo de mí en ellos cuando los regalo a alguien».

Aunque se decanta por los molinos poblers, de los que se acuerda de su ubicación, denominación y características, también ha creado miniaturas de molinos harineros o algunos muy conocidos, como el Molí de Can Nofre de Montuïri, «del que hice tres piezas para regalar a su propietario, a mi buen amigo Juan Reus, y otra para quedármela». También obsequió a la restauradora Maria Antònia Cladera, autora de un trabajo de final de máster dedicado a la puesta en valor de los molinos de viento de extracción de agua de sa Pobla, «con un peculiar molino que se cierra al revés, de la misma forma que lo hacía el molino de su abuelo».

En cuanto a las características de los molinos de sa Pobla, Jordi Soler relata que «se pueden distinguir porque tienen diez antenas, en lugar de las ocho que suelen tener los demás». También «destacan por sus colores (azul, blanco y rojo), que contrastan con los marrones de la marjal poblera. Verlos en funcionamiento era un placer para la vista».

Actualmente, «en sa Pobla hay dos molinos que funcionan y trabajan, los demás están inactivos, abandonados o en ruinas». Cabe recordar que en el trabajo de Maria Antònia Cladera se han llegado a identificar hasta 301 molinos y que existe un proyecto que quiere desarrollar Alcúdia Tech Mar para reconvertir cien molinos en productores de energía renovable. Jordi Soler, que realizó una visita con los promotores, cree que «será muy difícil de llevar a cabo y más con la presencia de los parques fotovoltaicos en zona agrícola».