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La obsesión de la ultraderecha y la derecha, europea, norteamericana o catalana, con los extranjeros y emigrantes, a los que como palanca electoral califica de delincuentes y peligro para la humanidad, unida a la espantosa fatiga turística y el hacinamiento vacacional mallorquín, que hasta el Consell pretende paliar con una reducción del 4 % de las plazas turísticas según he leído (más del 4 % sería turismofobia), hace tiempo que han puesto a los extranjeros, siempre muy sospechosos de por sí, en el foco de la actualidad, a la altura nociva de la crisis climática, la guerra o la inteligencia artificial. De las siete plagas de Egipto revisadas y actualizadas. Cualquiera diría que se trata de una novedad, una calamidad sobrevenida. Y no, hay muchísima literatura sobre el tema del extranjero, ahora llamado inmigrante, y ello sin contar los relatos y pelis de extraterrestres, que esos sí que son unos extranjeros cien por cien, de pies a cabeza, suponiendo que tengan pies y cabezas. De hecho, el extranjero es un clásico de la narrativa de todos los tiempos, en todas partes, porque basta decir de alguien que no es de aquí, para que empiece a despertar recelos y alguna hostilidad. Suelen acabar mal. El extranjero de Camus es previo a las avalanchas turísticas y la inmigración, y aunque no tiene nada que ver con el tema, igualmente acaba mal. Chesterton, en el primer párrafo de El club de los negocios raros, cuenta que en Norfolk Street hay una Compañía para el Asesinato de Extranjeros con discretas oficinas. En los westerns, la figura del forastero que llega al pueblo sin que nadie le llame y se mete en lo que no le importa, es fundamental. Jamás es bien recibido, cosa que le hacen saber nada más entrar en la cantina («No nos gustan los forasteros»), y el pesado silencio posterior revela que todos saben que ha venido a robar, matar y llevarse a la chica más guapa de pueblo. Les parecerá antiguo, pero miren cómo crece la ultraderecha repitiendo esa cantinela. ¿Y es cierta tal acusación? Bueno, en algunos westerns sí. Y en las mentalidades actuales, idénticas a un western crepuscular. Con forajidos. Por lo demás, todos somos ya extranjeros. No se escribe de otra cosa.