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El cambio climático y la turismofobia son las dos grandes amenazas que se ciernen sobre Balears.

Onofre Martorell, catedrático de la UIB y decano del Colegio de Economistas de Balears, lo explica con suavidad pero contundencia -suaviter in modo, fortiter in re- en el Cercle d’Economia de Menorca. Las actitudes de rechazo al turismo reabren el antiguo debate sobre el decrecimiento, que no rehuye el Govern de Marga Prohens.

El Ejecutivo del PP lidera las protestas contra la masificación así como el creciente número de voces que demandan restricciones. «Ha llegado la hora de poner límites y preguntarnos qué modelo turístico queremos ser», proclamó ayer Prohens en el Parlament, que afronta el reto más difícil de su mandato. El compromiso del PP balear incluye «medidas restrictivas». Primero convocará una Mesa del Turismo con las instituciones, los partidos, empresarios y sindicatos, así como otras entidades para «transformar el actual modelo», y hará una macroencuesta entre la población residente.

Y Martorell se pronuncia sin miedo sobre el decrecimiento. Al grano: ¿es posible seguir creciendo en cantidad en un territorio limitado como es una isla, cuando el sentido común y la inteligencia aconsejan la calidad y el valor? Acotamos la pregunta: ¿qué sentido tienen los hoteles de una y dos estrellas en Balears, e incluso alguno de tres, que precisa una urgente modernización?

El alquiler turístico, que representa sólo el veinte por cien del alojamiento, redistribuye mejor la riqueza, al gastarla fuera en un 66 por cien. ¿Quién, y por qué, demoniza en Balears el alquiler turístico y las viviendas vacacionales? Qui prodest? Todo ello en un archipiélago donde la población residente se duplica desde 1985, una de las causas de la masificación que conduce a la turismofobia.