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Me gustan las series. He visto algunas que son trabajos magistrales en equipo: buena dirección, magníficos guionistas, decorados creíbles, escenografías imponentes y actores de lujo. Sin embargo, prefiero las buenas novelas. Hace años, cuando nos reuníamos un grupo de amigos para cenar, nos preguntábamos qué novela estábamos leyendo. Los comensales nos explicábamos nuestras cuitas lectoras. Nos encendíamos en discusiones sobre héroes y heroínas, autores y títulos. Como el entusiasmo se contagia, nos comunicábamos nuestros consejos de lectura y transmitíamos el entusiasmo de quienes han sido tocados por la pasión de leer.

Hace tiempo que las series de televisión sustituyeron a los libros en la mayoría de sobremesas. El entusiasmo que despertaba un buen libro ha caído en un estado de letargo, perdiendo puntos ante la necesidad de comentar el último episodio de la serie de moda. Sin embargo, algunos seguimos siendo fieles al universo lector. Leed, por favor, El universo en un junco, de Irene Vallejo. Comprenderéis hasta qué punto es necesaria la supervivencia de los libros para nuestra propia supervivencia. Porque los seres humanos necesitamos la ficción para sobrevivir. Lo adivinaron ya los homo sapiens. Sin ficciones, la vida no es posible porque la realidad ahoga. En forma de película, novela, serie, obra de teatro o poema, la ficción nos ayuda a crecer, a recorrer el camino, a tener más preguntas que formular y a esperar más respuestas. Así es la vida, sencillamente. Leed historias, imaginadlas. No dejemos espacios vacíos ni pensamientos muertos.

Hay personas que no han tenido la oportunidad de viajar. Pero solo en apariencia. La realidad es que han vivido miles de vidas, han recorrido el mundo entero y han sentido emociones intensas sin salir de casa; solo con un buen libro entre las manos hambrientas de historias. La vida se explica a través de la ficción, que nos salva de la intemperie.