Por qué nadie le había dicho al mayordomo que los pepinos no se cortan nunca con cuchillos de acero…? Sillerton Jackson se sirvió un filete de solomillo y rechazó la salsa de setas después de olisquearla imperceptiblemente. Parecía confuso y hambriento. Dio un pequeño trago, como si hubiera estado probando un vino de Madeira invisible. (Se comentaba más adelante) Es una lástima que la abuela se perdiese su pequeña cena a base de ostras que habían preparado en Delmonico Campanini y Scalchi…» Podía leerse páginas después: «La salita del reservado en el restaurante daba a una terraza larga de madera hasta cuyas ventanas llegaba el aire marino, aunque resultaba desnuda y fría, con una mesa cubierta de un vasto mantel a cuadros y donde había un frasco de encurtidos y un pastel de arándanos…».
Edith Wharton, la edad de la inocencia y unas ostras al natural
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