En el barrio de la Marina, en plena calle Castelar nº22, un barrio que nos dicen está vigilado por cámaras, donde se pasean la gente de aquí y los turistas con sus hijos, encontramos todos los días los restos del paso de un drogadicto: jeringuillas llenas de sangre, pañuelos con sangre, las botellas de agua que ha utilizado... todo esto tirado en el suelo al alcance de la mano y de la vista de todos. Eso cuando tenemos suerte porque a veces a plena luz del día podemos encontrarle pinchándose. Esto no puede seguir así, da una imagen de nuestro barrio, ése que decimos cuidar tanto, sucia y peligrosa. Un día encontraremos un niño jugando al lado, alguien se hará daño y será demasiado tarde.