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El turismo se promociona y «dentro de varias décadas la gente verá esta época con la misma incredulidad con que vemos nosotros esos anuncios antiguos que recomendaban fumar por los efectos positivos del tabaco para la salud». Lo dice un personaje del libro del holandés Ilja Leonard Pfeijffer, Grand Hotel Europa (Acantilado 2021), al reflexionar sobre el carácter global del fenómeno turístico. Salvando las distancias, a semejanza de la presidenta de los hoteleros de Mallorca, María Frontera: «Buscar un equilibrio de convivencia entre residentes y visitantes siempre ha sido una asignatura pendiente de estas islas y en otras partes del mundo».

La gran revolución que ha hecho posible que «cualquier tipo de visitante tenga acceso al vulnerable centro histórico de nuestras ciudades» (otra vez el personaje literario), y en el caso de Balears que se lo compren, ha sido la eclosión de las líneas aéreas de bajo coste. Si en los primeros años noventa apenas transportaban unos pocos millones de pasajeros, en la actualidad copan prácticamente el 60 % del tráfico mundial. Con la masificación, y sus consecuencias sobre la vivienda, la circulación de vehículos y personas y, en definitiva, sobre la calidad de vida, surge el malestar social. Ya no es minoritario ni exclusivo de los sempiternos mensajeros del decrecimiento. Como muestra: el turismo de bicicleta fue hace no tanto la alternativa de mercado para determinados establecimientos hoteleros, que se especializaron en esa modalidad y fueron valorados socialmente por su visión de futuro. Hoy, determinados trayectos en coche, sobre todo en las carreteras de montaña, y también en Mallorca en las del Pla, han devenido agónicos a causa de los pelotones ciclistas. Pero en Balears no son sólo los turistas. El crecimiento exponencial de la población en las últimas décadas tiene mucho que ver. Sin embargo, las infraestructuras son las mismas que hace veinte años. Y cuando la Administración de Armengol consiguió poner en marcha, después de múltiples presentaciones, una importante dotación sanitaria, el antiguo hospital de Son Dureta, las obras se paran por las dificultades financieras de la constructora, receptora de otros seis contratos del Govern desde 2017, cuyo propietario, por otro lado, está en el punto de mira de la Guardia Civil en la investigación sobre la trama de Koldo. Qué mal fario.
Es el contexto en el que el presidente del Consell de Mallorca, Llorenç Galmés, ha dado un paso al frente y ha anunciado una reducción de plazas turísticas porque «es el momento de poner límites». El Govern de Prohens se remite a la convocatoria de una amplia Mesa de Turismo y a la elaboración de los estudios y encuestas que permitan fundamentar las decisiones a adoptar sobre el modelo de negocio. Que después de ocho años de gobierno de Armengol todavía sea necesario encargar análisis sustentados por datos fehacientes cuando menos cuestiona las capacidades del Govern anterior. Junto a debates inútiles en el Parlament sobre quién es más eficaz contra la masificación, si derecha o izquierda, el foco se pone sobre el supuesto cambio de opinión del PP al respecto en vez de sobre las decisiones emprendidas en busca del equilibrio. Con todo el trabajo que hay por hacer.