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Todo lo demás podemos discutirlo, pero si hay algo sobre lo que no es difícil ponerse de acuerdo desde el principio es que Hawaii y Bombay son de lo que no hay. Por algo ya decía Hans Christian Andersen que cuando las palabras fallan la música habla. Más aun: Si algo tiene de fascinante la música es que, a poco que la acompases a la melodía de manera que los ripios se acoplen medianamente bien, cualquier pardalada puede acabar siendo tarareada por millones de personas ajenas al menor sentimiento de vergüenza. Quizás el Imagine de John Lennon sea una de las canciones más hermosas que se hayan compuesto jamás, pero yo mismo no me atrevería a poner por escrito aquí la letra a pelo por temor a que más de uno pudiera pensar que el periódico tiene un columnista al que le queda todavía algún curso del bachillerato por hacer. Desde que los artistas empezaron a pensar que podían cambiar el mundo con sus canciones y, más últimamente, desde que a algunos les ha dado por tomar el festival de Eurovisión por una extensión del Consejo de Seguridad de la ONU, la cosa anda, según los países, entre la cursilería y la horterada. Cómo será que incluso yo, ahora que se acerca el verano, al ponerme a buscar el bañador también me pregunto cuándo podré ir a Hawaii.