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La literatura es una inmensa red de túneles conectados entre sí, la mayoría secretos. Estos pasajes pueden enlazar el Londres de la época isabelina con el Leningrado de la primera mitad del siglo XX. Por ejemplo, hay un pasaje en Orlando, de Virginia Woolf, cuando llega ‘la Gran Helada’, en el que la escritora dice, en traducción de Borges, que «los pájaros se helaban en el aire y se venían al suelo como una piedra». Leo la frase y no puedo dejar de recordar aquello que contaba Serguéi Dovtálov. Escribo de memoria, por lo que es probable que la anécdota sea imprecisa. El escritor ruso aseguraba que, en Siberia, donde trabajó como guarda de seguridad en los campos de Stalin, los pájaros sucumbían en pleno vuelo y caían congelados, como piedras. No recuerdo si esto lo cuenta en La Zona o en Los nuestros. Ambos libros son maravillosos, así que no importa. A los lectores, encontrar estos pequeños túneles o puentes nos hace felices, vaya uno a saber por qué. Por lo demás, el año en que moría Virginia Woolf (1941), nacía Serguéi Dovtálov.