La dictadura llevaba implícita la censura. No se podía hablar de Franco ni de su círculo familiar. El escándalo amoroso del cuñado Serrano Súñer ni se intuyó. Juan Carlos I heredó esa prebenda. Aunque nada impedía hablar de sus correrías y de sus primeros negocios, nadie lo hacía. Estas cosas se silenciaban para no perjudicar al nuevo régimen que estaba amenazado por golpistas y terroristas. Eso cambió mucho más tarde, cuando llegaron Corinna y sus cacerías. Entonces todo saltó por los aires y se reveló la historia nunca contada del Rey. Salieron amantes y se publicaron comisiones multimillonarias pagadas por empresas del IBEX para conseguir contratos en el extranjero. Don Juan Carlos abdicó. Jueces y fiscales acudieron a su rescate, y aún así se vio forzado a vivir en el extranjero.
Ay, los ingleses
Palma23/12/23 0:29
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1 comentario
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No sólo los medios ingleses han aireado el tema de las manifestaciones -no contrastadas- de ese señor del que usted nos habla, sino los de muchos países distintos de la pérfida Albión. Aquí un silencio atronador (valga el manido oxímoron).