TW
1

Nos gustan las malas noticias. Las catástrofes, crisis económicas o fracasos de alguien suelen generar mayor interés que la bonanza económica y la paz social. La lista diaria de noticias más leídas no deja lugar a dudas. No pasaría nada si nos quedáramos en el gusto por el dolor ajeno como pobre recompensa de nuestras carencias. Lo peor es que esta tendencia nos vuelve en contra como un boomerang, ya que nos tomamos más en serio las críticas negativas que las positivas.

El sesgo de negatividad, o asimetría positividad-negatividad, es la tendencia a darle mayor importancia a los aspectos negativos de una persona o de una circunstancia. La psicología estudia este fenómeno, que está muy extendido en nuestra sociedad. He leído algunas explicaciones que aluden a la psicología evolutiva. Para nuestros antepasados humanos una noticia buena no era ni por asomo igual de importante que una negativa, como una amenaza, porque esta última te ponía entre la vida y la muerte. A este argumento se añade que nuestro cerebro no ha evolucionado al mismo ritmo que la tecnología y, como consecuencia, ahora no tenemos prácticamente nada de lo que temer, pero nuestro cerebro todavía no lo sabe. Así, el sesgo de negatividad podría justificar cualquier cosa, desde por qué algunas personas son tan criticonas hasta por qué no somos capaces de valorar lo bien que vivimos en realidad. Y desde luego, parece una razón convincente para entender por qué consumimos más noticias negativas que positivas: nos fiamos más de nuestra intuición negativa sobre alguien y lo malo llama más la atención a nuestro cerebro que lo bueno.   

Sin embargo, la avalancha de estímulos y sobreinformación que vivimos cada día en la realidad y a través de nuestro móvil ha magnificado el sesgo de negatividad. El odio, la crítica, la burla y la revancha son la savia que alimenta las redes sociales. Y muchas personas ya han dicho basta. Según un informe del Instituto Reuters, en España tres de cada diez personas evita consumir noticias a menudo. Cada vez hay más gente que no lee el periódico ni ve los informativos. No les interesa la actualidad o les agota, desanima, o genera impotencia o discusiones. Y también cada vez son más los que abandonan las redes sociales.

Como ciudadana, me parece poco responsable esta evasión de noticias. El desconocimiento de la ley no exime de su cumplimiento, y necesitamos saber lo que pasa día a día para tomar las mejores decisiones, para formarnos una opinión y para aprender. Como periodista, es un gran desafío minimizar el sesgo de negatividad, centrarnos en la calidad de la información y no en la cantidad, y explicar lo que de verdad interesa a los ciudadanos.