Hasta ahora, hablábamos de generación sándwich para referirnos a quienes andan por los 50 o 60 años, todavía trabajan y se ven obligados a ocuparse de sus hijos –aún demasiado jóvenes para independizarse– y de sus padres ancianos, que atesoran una esperanza de vida cada vez más prolongada. Para ellos, el tiempo no da más de sí, pues cada jornada tiene 24 horas y deben destinar al menos ocho de ellas a su empleo y otro tanto al descanso. El resto se escapa entre las visitas a los abuelos y las exigencias de los menores. Otro tanto ocurre con el dinero, que se divide en tantos compartimentos que durante décadas resulta imposible ahorrar o dedicar algo al disfrute propio. La situación es dramática porque hay que esperar a que los jóvenes sean capaces de salir adelante –cada vez más difícil y tardío– para respirar un poco.
Generación lasaña
09/04/23 0:29
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1 comentario
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Si esto no son capaces de arreglarlo los socialdemócratas no quiero pensar que ocurrirá con los neoliberales.