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El tercer trimestre del año parece dar un respiro a la economía estadounidense, que ha registrado un crecimiento del 3'5 por ciento "es la tasa en la que la actividad económica empieza a crear empleo con vigor" frente a la caída del 0'7% del segundo trimestre y el catastrófico descenso del 6'4 por ciento de los tres primeros meses del año. Aunque a estas alturas de la crisis no es prudente lanzar las campanas al vuelo, sí parece lógico pensar que el país más poderoso del mundo ha reencontrado la senda del crecimiento. Pese a ello persisten problemas graves en el sistema financiero, el mercado inmobiliario y las empresas que han visto mermada su capacidad de reacción.

En España las cosas son bien diferentes. Nuestro ritmo es otro. Bien es cierto que tardamos un poco más en entrar en la crisis, pero sin duda nos costará mucho más salir de ella. La principal rémora a la que se enfrenta la economía española es el paro, que alcanza unas cotas sólo superadas por naciones como Letonia. Revertir ese casi 20% de desempleo es una tarea titánica y pocos creen que se empiece a ver la luz antes de 2011. Los expertos van aplazando la fecha de los famosos 'brotes verdes', aunque también es verdad que la velocidad de la caída se ha ido frenando.

Uno de nuestros obstáculos a la hora de iniciar la ansiada recuperación es la confianza, que se ha perdido. Quienes han ido a parar al paro no tienen más remedio que contener gastos, pero lo mismo hacen quienes siguen trabajando: se han puesto a ahorrar. Con el consumo privado prácticamente paralizado, las pequeñas y medianas empresas lo tienen difícil para mantener su actividad. Quizá si nuestra clase política se dejara de cainismos y cerrara filas en torno al principal problema que sufren los ciudadanos, una acción política seria, consensuada y firme podría devolver la confianza perdida.