Imagen de los gallos y gallinas en la zona. | R.P.F.

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Un grupo de vecinos del núcleo marratxiner de Es Caülls viven diariamente situaciones complicadas debido a un averío descontrolado de gallos y gallinas. El epicentro de esta dificultad se encuentra en una finca abandonada desde hace años, donde se ubican aproximadamente un centenar de aves.

El gran volumen de estos animales genera molestias significativas a los residentes, especialmente debido a sus constantes cantos que se prolongan durante todas las horas del día. «Es 24 horas 7 días a la semana cantando. No podemos dormir bien, descansar, ni aprovechar las terrazas para salir a tomar el aire porque la situación es insoportable», explica una de las vecinas afectadas, Mónica Torres. «Al ser tantos, siempre hay algunos cantando. El único momento que paran es de 22 a 3 horas», añadió.

La problemática empezó hace más de cuatro años, antes de la pandemia, y todavía no se ha encontrado ninguna solución. Los vecinos, en un afán de acabar con esta situación «insostenible», han estado enviando quejas al Ajuntament y registrando incidencias en la aplicación móvil municipal diariamente: «No nos hacen caso y nos estamos desgastando mucho», lamenta. La afectada destaca que el anterior equipo de gobierno, antes de elecciones, sí que inició una serie de acciones para mitigar la problemática, aunque asegura que «no les dio tiempo a acabar». Ahora, el actual gobierno «pasa de nosotros», asegura.

Problemas derivados

A pesar de impedir el descanso y la tranquilidad de los vecinos, la situación genera otros problemas derivados. Uno de ellos es que las aves se escapan de la finca y se pasean por las calles a todas horas «invadiendo el espacio público», lamenta Torres. Precisamente una de las acciones que hizo el anterior Ajuntament es obligar a la propiedad a vallar la finca, aunque ello «no ha servido de nada» porque siguen saliendo y además, eso no impide que los animales canten todo el día.

La situación también ha desencadenado la proliferación de ratas en la zona, ya que «al haber vecinos que les dan comida a las gallinas, las ratas también acuden ahí a comer», relata la afectada, quien pide soluciones efectivas.