Juanma y Sandra, en el balcón de la casa que tienen que abandonar en agosto. | Pilar Pellicer

TW
159

La llegada de un simple burofax tiene unos inquietantes efectos secundarios: ataques de ansiedad, insomnio y ataques de llanto incontrolable. El despiadado mercado inmobiliario de Palma ha provocado que un matrimonio de empleados de hoteles de Platja de Palma se vean de un momento a otro de pagar religiosamente un alquiler mensual asequible a verse en la calle.

Esta es la situación por la que están atravesando ahora mismo Juan Francisco Cambara y Sandra Martín, que trabajan en hoteles de la bahía de Palma y están buscando una vivienda de alquiler en plena temporada alta. Spoiler: no hay alternativa.

«Llevamos viviendo en este piso seis años. En 2023 se nos renovó el contrato por un año, renovables a cinco más. Pero resulta que nos acaba de llegar un burofax de la propietaria en la que nos dice que tenemos que irnos del piso en pleno agosto», cuenta Juan Francisco Cambara. Echados a la calle sin motivo en temporada alta y con dos hijos, una de ellas menor de edad, se han tenido que enfrentar al Salvaje Oeste inmobiliario.

«Pagábamos 600 euros en es Molinar y ahora no hay nada por menos de 1.500 euros. Pero es que ni aún así encontramos nada», cuenta Martín. Advierte que «mis compañeras de trabajo están igual. Pensaba que a mí no me tocaría y mira cómo estoy ahora», cuenta con pesar.

Este matrimonio advierte que «siempre hemos pagado a tiempo, no debemos nada. Pero no nos podemos permitir pagar 1.200 euros de alquiler con nuestros ingresos. Es que se nos va un salario completo solo en la vivienda». La opción de alquilar una habitación con sus hijos es inviable. Lo que les cuesta el piso donde viven, 600 euros, es ahora el precio de solo un dormitorio de alquiler.

Y se lamentan al señalar que «la propietaria nos manda un burofax como si fuésemos delincuentes. ¿No nos lo podía decir a la cara? Nos manda a la calle en plena temporada». La opción que están barajando, si no hay alternativa, es hacer las maletas e irse a la Península. La planta hotelera de Mallorca perderá así otros dos trabajadores del sector turístico en activo.

«En nuestro hotel hay mucha gente que ya nos ha dicho que no viene a Mallorca a hacer la temporada porque el precio de la vivienda es demasiado alto», advierten. Es más, tienen compañeros de trabajo «que no tienen hijos porque no se lo pueden permitir: destinan uno de los sueldos a pagar el piso». El lamento de Sandra y Juan Francisco es de la clase trabajadora que ya no puede permitirse vivir en su propia Isla. «Me he criado aquí, mis hijos son de aquí, pero con todo el dolor de mi corazón, creo que nos están obligando a irnos de Mallorca», dice Martín. Ahora solo les queda suplicar por un alquiler asequible. Un sueño imposible en una isla cada vez más cara.