El hallazgo de un muro medieval despierta de nuevo el interés de los mallorquines por este singular monumento histórico del siglo XIV. | JOSEP LLUÍS POL¶

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El hallazgo de un muro de origen medieval en el transcurso de las obras de rehabilitación de una parte del Castell de Bellver ha despertado de nuevo el interés de los mallorquines por este emblemático monumento, uno de los pocos aun en pie con forma circular.

Las obras señaladas persiguen rehabilitar y consolidar la estructura del segundo recinto defensivo del castillo, levantado en el siglo XVI para que se pudieran instalar sistemas de artillería más modernos. Ello supuso que el conjunto del castillo ampliara su perímetro.

Cabía esperar sorpresas, y éstas no han tardado en llegar: solo un mes después de comenzar las obras ha aparecido el mencionado muro, que podría ser el muro que cerraba el anterior paseo de ronda, y de otras estructuras que podrían corresponderse con edificaciones que entonces –con anterioridad a la ampliación del siglo XVI– permanecían fuera del castillo: quizás las caballerizas, o la cocina, u otras estancias. Entonces no era nada extraño que algunas dependencias estuvieran fuera del recinto amurallado.

El hallazgo acaba de producirse y el equipo técnico que dirige la rehabilitación esperará a conocer los resultados de nuevas catas antes de tomar una decisión. Aun es pronto para saber si estas estructuras se cubrirán de nuevo o si se dejarán al descubierto –como se hizo en el hospital de Son Espases con los restos romanos, por ejemplo–, explica Magdalena Rosselló, la conservadora. «Es un proyecto muy abierto y todavía no está claro qué se va a hacer».

Turismo

Construido por orden de Jaume II a partir del año 1300, el Castell de Bellver es un vestigio del poder y de la prosperidad de la Mallorca de entonces. Tenía una doble función: fortificación militar y residencia real, pero solo ocasionalmente los monarcas instalaron allí su corte. Ya a partir del siglo XIV fue utilizado como cárcel: de los reyes de la Casa de Mallorca, de los bandoleros que azotaban la Isla en el siglo XVII, de los botiflers en el transcurso de la Guerra de Sucesión, de los austracistas tras la victoria de los Borbones, del ilustrado asturiano Gaspar Melchor de Jovellanos, de los mandos franceses derrotados en la batalla de Bailén, de Francesc Aragó –que calculó sobre Mallorca el trazado del meridiano de París, y que fue encarcelado al ser acusado de espía–, de militares liberales en el convulso siglo XIX español, de dirigentes republicanos durante la Guerra Civil, etcétera.

Estos antiguos usos y su relativa lejanía de Ciutat –a dos kilómetros y medio de Palma– quizás explican por qué los palmesanos lo visitan poco, a pesar de tratarse de uno de sus monumentos más emblemáticos. Solo en 2019 recibió a 340.000 visitantes, pero solo una pequeña parte de ellos eran residentes. «Esencialmente nos visitan extranjeros, tanto de cruceros como turistas convencionales, y últimamente también mucho turismo del resto del Estado. También visitas escolares. Los palmesanos o mallorquines solo suelen venir para acompañar a sus invitados, a turistas. Suelen decirnos: «No venía desde que lo visité con la escuela», explica Rosselló.

El bosque, en cambio, es muy frecuentado: gente que busca el contacto con la naturaleza, gente que pasea al perro, gente que practica deporte...

Gestionado actualmente por el Ajuntament de Palma, acoge el Museu d’Història de la Ciutat, exposiciones varias y, puntualmente, actos y eventos culturales como por ejemplo conciertos de música. Salvo los lunes, está abierto cada día de 10 a 18 horas en invierno y hasta las 19 horas en verano. El precio de la entrada es de 4 euros ( la reducida) y de 2,5 euros para los residentes en Palma. Los domingos es gratis.

Punto de vista

Un millón de euros financiados con cargo a la Llei de Capitalitat de Palma

Las obras de rehabilitación actuales cuentan con un presupuesto de casi un millón de euros, que sale de la financiación derivada de la Llei de Capitalitat. La previsión inicial era que finalizaran en septiembre del próximo año. Las obras obedecen a la necesidad de resolver un problema de drenaje motivado por la instalación de un suelo de losas de piedra en el paseo de ronda a principios de los años 80. Ello ha favorecido la filtración del agua en el subsuelo, pero impide su evaporación, lo que ha provocado bolsas de aire bajo tierra y riesgo de derrumbe de la muralla.